Los líderes crean otros líderes. Y la mejor manera de crecer como líder es asegurarte de que ayudas a otras personas a desarrollar capacidades, habilidades, cualidades, que les van a ayudar en sus propios proyectos personales y profesionales.

Hoy me decía una profesional absolutamente admirable que dirigía un departamento en un gran hotel en España, que se va a dirigir otro hotel. Su jefa, otra líder como la copa de un pino está realmente feliz por ella. Aunque le hace un roto al irse. A nadie le gusta ver cómo se te va alguien que es muy importante en tus planes. Y ahí esta la principal pega de formar a alguien, darle cariño, espacio para crecer, respeto, guía, y complicidad.

No ayudar a crecer a alguien en tu equipo para que no sobresalga por encima tuyo es un ejercicio de mezquindad y ejercer un liderazgo mediocre. Y para lo bueno o para lo malo, lo que das siempre vuelve más tarde o más temprano. Por eso cada vez más profesionales practican el liderazgo compasivo, que se basa en el respeto, la comprensión, y la firmeza benevolente.

Utilizando los principios de liderazgo de George Bradt como base, permíteme que te proponga que como líder ayudas a tu equipo de cinco maneras clave:

  1. Cumplir con las expectativas
  2. Contribuir y mostrar interés
  3. Entregar más valor debido a una mayor motivación
  4. Buscar la excelencia debido a un por qué potente
  5. Evolucionar y sentir una mayor auto-confianza

Los jefes tradicionales que aún están anclados en los paradigmas arcaicos dividen, socavan, y usan el temor como motivación. En contraposición, los líderes compasivos ayudan a crear auto-confianza en sus equipos. Esto se refleja en varios aspectos.

  1. Qué-Cómo. Suministran dirección clara con una visión fácil de entender y con la que sus colaboradores se sienten identificados. Los objetivos tienen sentido y obedecen a una voluntad de aportar un valor concreto bien definido.
  2. Márgenes de decisión. A lo mejor te suena raro, pero la ausencia de límites no crea más libertad. Crea más confusión. Cuando acuerdas unos márgenes de decisión entre los que tu equipo puede moverse con libertad, generas más confianza en ellos. Tienen menos problemas a la hora de resolver situaciones que se presenten en el desempeño de su trabajo. Se reduce la frustración debida a la falta de claridad sobre sus propias atribuciones y capacidades.
  3. Apáñate. Si les das la papillita en cuchara son dependientes de ti ahora y para siempre. En cambio, si les pides que te propongan qué recursos creen que necesitan y cómo pueden conseguirlos ellos con tu ayuda y con los medios de los que se dispone en este momento, les ayudas a generar valor sin que los micro-gestiones. Para eso contratas a expertos, ¿no? Para que te digan cómo van a hacer el trabajo por el que les pagas.
  4. Rendición de cuentas y auto-responsabilidad. Dales alas. Como Red Bull. Da por sentado que pueden hacerlo y lo harán bien. Confía en que van a conseguir los objetivos, y llámales a rendir cuentas desde la confianza. Cuando delegas, se nota si no es así. Cuando tu equipo siente que delegas en plan amarrategui sin soltar el mango de la sartén creas una frustración adicional que ni tú ni tu equipo necesitáis.

Las tres caras del liderazgo

Ser. Hacer. Compartir. Esa es la cuestión. Liderar es ser lo que esperas que otros sean. Hacer lo que esperas que otros hagan. Compartir y explicar lo que esperas que otros sean, hagan, y compartan.

Ser. Es tu esencia. Quien eres ahora y en qué te estás convirtiendo. No la percepción que tienes de ti mismo. No. Lo que otros perciben, ven y sienten de tu persona. Tus actitudes. Palabras. Caras. Gestos y ademanes. Tonos. Acciones que hablan más alto que tus palabras. Si no trabajas en tu Ser, puedes hablar de liderazgo. Puedes creer que eres un buen líder. Y quizá lo seas hasta cierto punto. Pero si no tienes un plan de desarrollo personal, no serás un líder progresivo, sino estancado. ¿Sabes cómo identificar áreas de mejora? ¿Y cómo medirlas? Este año he creado la Rueda de Valores y Habilidades de Liderazgo. Una herramienta para ayudarte a conseguirlo.

Hacer. Talk is cheap (hablar es barato). Mucha gente habla y se le llena la boca al hacerlo. Hablar en términos grandilocuentes desde un pedestal moral o intelectual no te convierte en un buen líder, ¿verdad? Lo que haces y cómo lo haces es lo que marca la diferencia. Eso no quiere decir que has de ser perfecto y que nunca te vas a equivocar. Sabemos lo que es la vida real, ¿no? Pues eso. Si cultivas la auto-disciplina y haces lo que sabes que puede ayudarte, ya estás en el camino de ser un poquito mejor líder. Si capitulas ante el confort y lo-malo-conocido en lugar de ir en pos de la excelencia en lo que haces, liderar se te hará muy duro. Te faltará credibilidad para pedirle a tu equipo que se esfuerce más.

Compartir. Comunicar para inspirar y mover emociones. Cuando tu equipo observa cómo eres, y cómo haces lo que eres, es irresistible. Quien pasa de mover el culo, no aguantará el ritmo y se caerá del equipo. Quien ama con pasión la sensación de haberlo dado todo cada día, querrá aún más ser parte de tu tribu. Para eso has de ejercitar la capacidad de compartir desde la autenticidad, la pasión, y la vulnerabilidad. Aprender a hacerlo es todo un viaje. Requiere una madurez, una auto-confianza, y un valor, que no todos los directivos tienen.

Si quieres que tus colaboradores, empleados y otras personas con las que trabajas crezcan y equipen a otros líderes está claro, ¿no? Tienes que crecer en tu auto-confianza si aún estás en déficit en este terreno. Y tienes que ayudar a tu equipo a ser y sentirse capaz de alcanzar los retos a los que se enfrentan cada día.

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